Malena, un tango para Juan Carlos Rodríguez

Nubes y claros en el cielo cuando amigos, compañeros, familiares y antiguos alumnos despedían un martes de otoño a Juan Carlos Rodríguez en el cementerio de Granada, junto a la Alhambra. En su adiós, se evocó a Pavese ("vendrá la muerte y tendrá tus ojos") y se dijo que Juan Carlos era un regalo de Dios. Cristina Mora entonó cadenciosa 'Moon River' y 'Malena canta el tango' sonó, melancólico, en el frío del último encuentro. Al final, algunos antiguos camaradas de Juan Carlos, puño en alto, tararearon nostálgicos 'La Internacional'. Unas alumnas llevaban en sus manos rosas al profesor que se ha ido... Pero no hay olvido. No puede haberlo, si se ha sembrado. Decía Luther King que "aunque supiera que el mundo acaba mañana, hoy, todavía, plantaría un árbol". Y eso es lo que hacen los profesores buenos: plantar con sus clases árboles bajo cuya sombra, probablemente, no han de sentarse nunca. Que Juan Carlos Rodríguez los plantó, lo decían, llorosos, los ojos de sus alumnas. Y el grupo de jóvenes que subía en autobús a su entierro, comentando anécdotas de sus clases, cosas que Juan Carlos decía y seguirá diciendo en el recuerdo agradecido, que más de una vez sentará de nuevo en las bancas de otro tiempo a quienes fueron sus alumnos, navíos que llevarán su carga de palabras "hacia puertos distantes, hacia islas lejanas", como dijera Celaya.

Nubes y claros, como en la vida, había en la mañana del 25 de octubre cuando algunos asistentes a la ceremonia de despedida bajábamos andando del cementerio, atravesando la Alhambra. El paraíso que a veces soñamos, si no quiere defraudarnos, tiene que parecerse mucho a este bosque que acaba en Plaza Nueva. Y, como a Borges, nos gustaría que fuera también una biblioteca, y que en ella, entre otros muchos imprescindibles, no faltaran libros de Juan Carlos Rodríguez y de Ángeles Mora, que ahora, como Malena en el tango, tendrá pena de bandoneón. Parafraseando uno de sus poemas, recitado por ella en la despedida al que fuera su compañero de vida, habrá de acostumbrarse a otra forma de vida que no estaba escrita, rehaciendo palabras, abrazando la intemperie. Porque, a pesar de la inmensa ausencia, el mundo está -sigue estando, querida Ángeles- aquí.

('Cartas al director', Justa Gómez Navajas, Ideal, 30 de octubre de 2016, p. 38)

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