Juan Carlos Rodríguez deja un modo de pensar, y eso le convierte en un filósofo

Cuando Juan Carlos Rodríguez escribió en las primeras páginas de uno de sus más importantes libros, Teoría e historia de la producción ideológica. Las primeras literaturas burguesas (1974), la afirmación “la literatura no ha existido siempre” no sólo rompía con la norma crítica dominante sino que ponía en marcha una forma de trabajo intelectual que abandonaba el cómodo estado de comentador autorizado de unas obras escritas. A partir de aquí, ya no era posible entender el análisis de la literatura como un estudio comprensivo de la significación del texto sino, más bien, como un modo de producir los conocimientos suficientes que mostrasen la máquina productiva de los enunciados y los discursos que pone en juego la literatura, no a partir de otra norma sino de sus propias contradicciones. Pensar, entonces, no era para Juan Carlos Rodríguez añadir algo propio al texto analizado, una suerte de visión personal, sino explorar los desajustes, las contradicciones del propio texto. Para poner en funcionamiento esta práctica necesitó ver los límites de la crítica literaria contemporánea, como hizo en Para una teoría de la literatura (1972), su tesis doctoral, que reelaborado no se publicó hasta 2015. Requirió encontrar los indicios en las obras que señalaran su lógica productiva, para lo que se valió del psicoanálisis como una herramienta sumamente productiva, junto a una definición de la matriz ideológica que lo comprendiera históricamente. El libro citado al comienzo, La norma literaria (1984), reeditado hasta en tres ocasiones, La literatura del pobre (2001) y El escritor que compró su propio libro (2003), Premio de ensayo literario Josep Janés, han sido trabajos en los que pensar no se reducía a reproducir lo que dice el texto con las palabras de la crítica, ni a tomarlo como excusa para hablar de otra cosa, sino que se planteaba producir lo que el texto no declara, no muestra, no manifiesta directamente en relación con su ideología. En estos libros se lee el curso firme, claro, de una palabra que se propone indagar.

Otra afirmación, “Yo-soy-explotado”, que elabora a partir del marxismo, constituye la base de diferentes artículos y se desarrollada por extenso en el libro De qué hablamos cuando hablamos de marxismo (2013). Aplica en ellos su modo de trabajo crítico para pensar el ser humano producido por el capitalismo, negándose con ello a participar de la confusa e interesada discusión sobre la naturaleza humana abstracta. “Yo-soy-explotado” se opone a la idea dominante, reiterada hasta la saciedad, de que “todos somos libres”, y obliga a producir un conocimiento situado, histórico y radicalmente antagonista.

Juan Carlos Rodríguez deja mucho más que una obra crítica excelente, más que algunos saberes productivos sobre la literatura. A pesar del tiempo desolador que vivimos, de la corrupción del trabajo intelectual y de la sumisión, su escritura se ha mantenido en pie. Deja un modo de pensar, y eso le convierte en un filósofo.

(Fuente: 'Pensar, a pesar de todo', César de Vicente Hernando, en "Mundo Obrero", noviembre 2016)

No hay comentarios:

Publicar un comentario